Aquí estamos de nuevo para seguir hablando de la Inquisición. Hoy vamos a hablar sobre la tortura, algo que se hacía tanto para conseguir una confesión del reo como para castigarle.
Muchas veces el acusado que iba a ser torturado, cuando se le llevaba a la sala de tortura y veía todos los instrumentos preparados para tal efecto, se declaraba culpable, sin necesidad de iniciar el tormento.
La tortura era controlada por un médico que vigilaba que no se produjera derramamiento de sangre y controlaba el tiempo del tormento. Había también en el proceso un notario que anotaba todo lo que salia por la boca del reo, hasta los alaridos, , por si se producía la confesión.
En contra de lo que se cree, los Tribunales de la Santa Inquisición no utilizaban los brutales métodos de tortura que se estaban usando en Europa. En España sólo se utilizaron cuatro procedimientos: la garrucha, la toca, el potro y la mancuerna o cordel.
La primera, la garrucha, consistía en sujetar a la victima los brazos por detrás de la espalda, alzándole desde el suelo con una soga atada a las muñecas, mientras que de sus pies colgaban unas pesas. Se le mantenía en esta posición un tiempo. A veces, para infringir más dolor se le soltaba de golpe sin que llegara a tocar el suelo.
La toca o tormento del agua consistía en inmovilizar al reo en una mesa de madera, introducirle un trapo de lino en la boca hasta la garganta y el verdugo iba echando agua en el trapo. Esto daba sensación de ahogamiento provocando un gran tormento a la víctima.
El potro era una estructura de madera con argollas donde se inmovilizaba al reo con una larga cuerda haciéndola pasar por distintos puntos de su cuerpo y por las argollas. Los dos extremos de la cuerda se fijaban a una rueda que al girar ejercía como un torniquete. No hace falta describir el tormento que suponía este tipo de tortura.
Por último, en España se utilizaba la mancuerda o cordel. Es parecido al anterior, pero se iban añadiendo cuerdas en distintas partes del cuerpo del reo haciendo el efecto del torniquete, si el reo no confesaba se iban añadiendo más cuerdas.
Como podemos ver, raro es que no se declarasen culpables las víctimas, ya que tenemos que tener en cuenta que sus fuerzas físicas y psicológica estaban muy diezmadas pues ya llevaban un tiempo encarcelados.
En Toledo disponemos de un museo-exposición sobre los Antiguos Instrumentos de la Santa Inquisición.
Bueno amig@s, espero que os haya resultado interesante esta entrada sobre la tortura. Nos vemos pronto con más cosas de la Santa Inquisición y sus tribulanes.
Lucía Balmaseda Martín.